sábado, 15 de noviembre de 2025

Kusch, la colonialidad y el problema de la verdad




Rodolfo Kusch, en su libro Geocultura del hombre americano, formula una crítica al pensamiento europeo: se nos ha impuesto un modelo como heredado que se presenta como universal y válido para todos, basado en la lógica y la razón como únicos criterios de verdad. Ejemplos clásicos de ese paradigma son Descartes, Kant y Hegel. Para Kusch, este pensamiento no encaja en la experiencia existencial latinoamericana, pues desvaloriza —e incluso niega— las peculiaridades, lo emocional y lo simbólico-místico de la cultura indígena y mestiza. En efecto, la filosofía europea resulta insuficiente para explicar la vivencia del hombre americano, ya que parte de una abstracción que está lejos de la historia, la geografía y la cosmovisión de América Latina. Mientras el pensamiento europeo busca una ontología del ser, el hombre americano vive desde el estar: una forma situada e histórica. Este es el núcleo radical del pensamiento de Kusch: el europeo buscar "ser alguien"; el americano busca "estar - siendo" en su territorio y en su comunidad. 

El ser eurocentrico y el estar americano

Kusch identifica y caracteriza dos pensamientos incompatibles: el ser eurocentrico y el estar americano. El primero busca la esencia, la universalidad, el orden lógico y la abstracción. Pretende un sujeto estable: aquello que define al ser lo que es. Los filósofos representativos de este pensamiento son Descartes, Kant y Hegel. En Descartes, con su "pienso, luego existo", coloca al individuo encerrado en su mente, desde una postura desarraigada de su contexto geográfico y cultural. En Kant, la idea de una moral abstracta y universal, que ignora las condiciones y posibilidades del americano, que vive en el sincretismo, en la pobreza y en la colonialidad. Y por último, tenemos a Hegel, que margina cualquier tipo de filosofía en America, y otorga validez exclusiva al pensamiento europeo, reforzando una jerarquía epistémica. 

Para Kusch, la filosofía europea presupone un sujeto universal que ignora lo situado, lo mestizo, lo diferente, e infravalora otras formas de pensar el mundo. Por contraste, el estar americano busca pensar desde el territorio, desde el estar - siendo del pueblo y la comunidad. No hay una realidad fija, sino cambiante, situada, mezclada e incluso contradictoria. Se busca sobrevivir, convivir en comunidad, entre experiencias mezcladas y simbólicas. Es una forma de pensamiento que está viva, pero que no tiene la intención de definirse o buscar la universalidad. 

El autor reconoce que America vive entre el mito y la razón, pues existe una tensión histórica y cultural. Heredamos desde la modernidad el énfasis en la lógica, la racionalidad, la ciencia y los ideales ilustrados, que ponen su centro en el progreso y en la sociedad. Pero también subsiste la presencia del mito, que no es una superstición o fantasía, sino una forma diferente de concebir y entender el mundo. Por lo tanto, el americano vive en una contradicción, en una tensión entre la razón y el mito, pero que no se anulan, sino que constituyen un mestizaje existencial

Reflexión y crítica 

La academia —con sus tecnicismos, burocracias, jerarquías y autorreferencialidad— separa al conocimiento de la comunidad, especialmente en filosofía y en las ciencias humanas. Es importante subrayar aquí una diferencia clave: no es lo mismo discutir principios universales y constantes (como la ley de gravedad) que reflexionar sobre la realidad de los sujetos y las estructuras sociales de poder. Esto último exige un dialogo horizontal, humildad y el reconocimiento del otro como interlocutor legítimo. 

La crítica de Kusch a la imposición del ser eurocentrico como única vía filosófica es observable hoy tanto en las aulas escolares como en las universitarias. La colonialidad del saber sigue operando: el canon filosófico privilegia el pensamiento griego, moderno y contemporáneo occidental, mientras relega o trivializa otros modos de filosofar, como el pensamiento indígena. El libro Inkas y filósofos, del autor Victor Mazzi, muestra que las culturas incaicas y andinas (quechua, aymara) poseen sistemas de pensamiento rigurosos que deben ser reconocidos como auténtica filosofía. Lo mismo ocurre con tradiciones filosóficas como la china o la india. 

Ahora bien, es necesario matizar la crítica a la tradición europea. Señalar el eurocentrismo no implica negar la verdad o la profundidad que puedan poseer los sistemas filosóficos europeos. La filosofía — al igual que la ciencia— debe aspirar a contenidos objetivos y universales; no es un asunto de cultura o geografía, sino de argumentos sólidos. De hecho, nadie propondría rechazar las leyes de la física porque Newton no sea un pensador americano. Esto demuestra que solo en filosofía se tolera la idea de descartar teorías según su origen, como si la filosofía fuera un sistema de acuerdos culturales, y no un ámbito del conocimiento al igual que la ciencia. 

No se trata, por tanto, de reemplazar el pensamiento europeo por el americano, ni el racionalismo por el mito, ni la lógica por la emoción. Lo relevante —epistémica y moralmente— es la verdad, venga de donde venga. La verdad no tiene nacionalidad ni es patrimonio de ninguna cultura. El problema no está en pensar, sino en las estructuras de poder que pretenden monopolizar el pensamiento desde el lugar el cual se piensa, y no el acto mismo de pensar. 

La relación entre comunidad y academia no puede seguir reproduciendo relaciones coloniales. Es necesario repensar no solo lo qué enseñamos, sino dónde, cómo y con quiénes dialogamos. Esto no implica relativizar la verdad, sino examinar críticamente los caminos —históricos y políticos— mediante los cuales hemos intentado alcanzarla. 


Bibliografía

Kusch, Rodolfo. Geocultura del hombre americano. 1976.

Mazzi, Victor. Inkas y filósofos. 2016. 

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